El plan de acción de las Naciones Unidas “Transformar nuestro mundo: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” fija un conjunto de objetivos de desarrollo sostenible (ODS) para poner fin a la pobreza, salvaguardar el planeta, proteger los derechos humanos y garantizar la prosperidad para todos.
Dentro de poco tiempo, todas las empresas, incluidas las pequeñas, van a tener que presentar informes de sostenibilidad, no solamente porque lo exija la Unión Europea, sino porque será necesario para optar a ayudas europeas, créditos, participar en proyectos o comercializar los productos en el mercado.
Y es que la sostenibilidad integral, en sus tres vertientes, económica, medioambiental y social, debe ser una prioridad para las empresas de todos los sectores, especialmente en el ámbito agroalimentario.
Los consumidores demandan un desarrollo sostenible en las cadenas de producción
Es necesario establecer una serie de ámbitos de acción esenciales para alcanzar ese cambio transformador hacia un desarrollo sostenible porque, además, así demandan los consumidores:
- una transición justa hacia una economía baja emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), circular y eficiente en el uso de los recursos;
- una transición hacia una sociedad y una economía inclusivas desde el punto de vista social en las que se respeten el trabajo decente y los derechos humanos;
- una transición hacia una producción y un consumo de alimentos sostenibles;
- inversión en innovación, modernización de las infraestructuras a largo plazo y fomento de las empresas sostenibles, y
- un comercio que impulse el desarrollo sostenible mundial
Herramientas de sostenibilidad
Con el objetivo de fomentar dicha sostenibilidad y al mismo tiempo mejorar la competitividad y rentabilidad de las industrias agroalimentarias, las políticas ambientales nacionales e internacionales promueven una serie de herramientas de sostenibilidad como son el cálculo de la huella de carbono o la gestión eficiente del agua a través de la huella hídrica.
Ambos indicadores son complementarios, obteniéndose así un análisis global de la sostenibilidad de las actividades de la industria agroalimentaria. Pero su cálculo no es suficiente, es sólo el punto de partida para conocer cuánto y dónde hay que reducir u optimizar.
A partir de dicho conocimiento será necesario establecer un plan de reducción de emisiones o de gestión eficiente del agua que conlleve a un beneficio ambiental de la mano del consiguiente beneficio económico por el ahorro de los costes.
De igual importancia que calcular y planificar, es llevar a cabo una buena acción comunicativa de la estrategia de sostenibilidad, que permita conectar con toda la cadena de valor, especialmente con los clientes y los consumidores.
Sin una estrategia de sostenibilidad y una correcta ejecución de esta, no será posible seguir funcionando para muchas empresas.