El cambio climático, las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, los efectos de la pandemia en la salud mental, el auge de las redes sociales, entre otras razones, están influyendo en cómo compramos, cocinamos y comemos.
Lo sostenible lleva años siendo tendencia, pero hay tanto por hacer que continuamente surgen nuevas iniciativas , como por ejemplo reducir la comida de origen animal sin renunciar a que siga siendo buena y saludable. También, la importancia de que el producto sea local se integra en la operativa de la hostelería para reducir el impacto medioambiental, creando sinergias entre el sector primario y los restaurantes.
Según The New York Times, la dieta “climatariana” ya es «muy 2022» y a partir de ahora va a imperar lo regenerativo. Ya no basta con un consumo que sostenga todo como está, sino que ha de contribuir activamente a mejorar lo presente en cuestiones medioambientales (residuos o huella de carbono) y sociales (apoyo a pequeños productores).
Tanto el aumento de los precios como el afán por la sostenibilidad va a impulsar la popularización de ingredientes desconocidos o que, al menos, llevan tiempo pasando bastante desapercibidos, como es el caso de las algas, los productos ricos en proteínas, huevos veganos, espaguetis de calabaza o la mantequilla vegetal.
Entre los candidatos más sostenibles figuran también las legumbres como las habas o los altramuces, pero también un cereal supernutritivo, saciante y sin gluten como el tef.
En general, están en auge los proyectos sostenibles y respetuosos con el entorno: vinos naturales, ecológicos, biodinámicos… Cada vez hay más tiendas especializadas que ofrecen degustación, tanto en la ciudad como en los pueblos, que está atrayendo a la gente joven, en su objetivo por relacionar la conciencia social con la medioambiental.